jueves, 22 de noviembre de 2018

EL JUBILADO

El jubilado se sentía ayer mismo ágil y vital mientras caminaba hacia Correos a certificar una carta.

El jubilado camina hoy con lentitud, desgana y cansancio. Hoy el jubilado no va a ninguna parte, no tiene nada que hacer; se ha echado a la calle, cansado de estar en casa.

Durante su vida laboral el jubilado se sintió siempre dinámico y ligero, pero desde que se retiró -hace poco más de una año- empezó a experimentar estos episodios de cansancio físico y moral, aunque su salud sigue siendo buena -el médico y los análisis lo aseguran.

Pero, ¿volvería, retomaría su actividad profesional que ejerció durante más de cuarenta años? Rotundamente, no. Ya no le interesan en absoluto los objetivos ocupacionales y creativos de antaño. El entusiasmo que le impulsaba a alcanzar metas cada vez más altas se hundió, como agua por sumidero. Fútiles le parecen ahora aquellos afanes.

Ahora queda vegetar, palpar el paso del tiempo, una afortunada capacidad, que sería gozosa de no actuar esa nube negra, esa tenaz angustia que provoca el carecer de proyecto, de tarea y  de obligación.