lunes, 28 de enero de 2019

DE LIBROS

             A lo largo de los años me ha ocurrido, raramente la verdad, cruzarme con alguien con un libro abierto y leyendo mientras caminaba -y siempre se trataba de una chica. Como chicas, y mujeres maduras, suelen ser las que vemos enfrascadas en un libro en travesías más o menos largas del metro. El varón no parece aficionado a este entretenimiento.
            Siempre he sentido envidia por esos escritores a los que se lee por la calle. A su don narrativo he tributado en cada caso un mudo sentimiento de admiración. Debo haberlo interpretado como la marca suprema de la maestría literaria.
            Estoy haciendo este comentario, de resultas de dos de tales encuentros, en un intervalo de dos semanas, el más reciente destacado por la sonrisa que la lectura provocaba en la lectora.
            Se oye lamentar la decadencia del libro, del libro de papel, desplazado por la letra electrónica, pero el libro resiste. Se lo lee en los móviles, en los ordenadores y en las tabletas, pero el libro físico continúa surtiendo los anaqueles y las mesas expositoras de las librerías, aunque éstas es verdad que están en decadencia.
            El avión y el automóvil iban a aniquilar al tren, y la televisión a la radio, y ninguno de estos desastres ha sucedido. ¿Hay avances tan insustituibles que se hacen imperecederos?

jueves, 17 de enero de 2019

MATATIEMPOS

Comprar el periódico en un kiosco ha sido un hábito generalizado durante bastantes generaciones, pero desde hace algún tiempo va declinando. Muchos ciudadanos se nutren de las noticias en los instrumentos telemáticos y, los adictos al papel, somos cada vez menos. De ahí que los montones de prensa en los kioscos vayan siendo penosamente más delgados. Los diarios y los semanarios debieron significar una parte sustancial de las ventas de los kiosqueros. Llego a esta conclusión por el elocuente cierre de tantos kioscos por todos los puntos de la ciudad. Sobreviven todavía bastantes, en los sitios más concurridos, y casi todos más o menos reconvertidos. En los kioscos se pueden adquirir hoy día juguetes, bebidas frías, caramelos, frutos secos, chocolatinas, mecheros, bolígrafos. Llaveros y pilas. También pasatiempos, que siempre los vendieron, pero que ahora tienen una aceptación arrolladora. Ocupan una considerable parte de la exposición del kiosco, y se ofrecen en una variedad de tipos: crucigramas, sopas de letras, autodefinidos, y hasta ideados por nivel de dificultad.  Son, a todas luces, un negocio boyante. ¿Lamentable que mientras la venta de periódicos disminuye, la de pasatiempos crece? Sí, una pena. Pero yo no minusvaloraría los pasatiempos; tengo en gran estima el jugar con las palabras, en deslindar el sentido de las mismas, lo que considero una gimnasia mental y una terapia contra el peso del tiempo vacío, el que más pesa.

miércoles, 2 de enero de 2019

PRENDAS

       En mi barrio hay una tienda ante cuyos escaparates me paro con frecuencia, movido por no sé qué interés. Allí se exhiben prendas de trabajo, como monos, guardapolvos, delantales, cofias, batas, chalecos y otros. Hasta un pantalón a rayas de mayordomo. 
        Contemplando estas prendas, sobre todo la última, las asocio con personajes propios de películas cinematográficas, “películas de época”, pertenecientes a la escala doméstica mayormente, Pero se ve que no es del todo así, que el pasado perdura en el presente bastante más de lo que parece y de lo que queremos creer.
       Por otro lado, no todo atuendo gremial es de orden servicial. Piénsese por ejemplo en las batas médicas, en el atuendo de los cirujanos y en el vestido de las enfermeras. Qué duda cabe que el uniforme en estos casos es una necesaria protección de orden sanitario.
        Vestir prenda distintiva puede, por otra parte, inspirar tanto orgullo como vanidad profesional.  Y puede detectarse a veces un innato amor por lucir uniforme, aunque su necesidad quede muy rebuscada. Antaño pasaba a veces con el “mono”, y también con el guardapolvos, que se calaban desde dependientes de tejidos, funcionarios de Correos y maestros de escuela –aunque en estos más justificadamente por el polvo de la tiza. Los trajes había que cuidarlos con mucho mimo. Como los zapatos, pero estos merecen capítulo aparte.