martes, 11 de marzo de 2014

EL CONCIERTO

De vez en cuando estallaban todas las estrellas del cielo. El universo se recreaba a espasmos, y entremedias el manso correr de un río o, a veces, el mar acariciando su orilla.
Viento, cuerda, voces, exultaban juntas o separadas, moderadas por la batuta de un señor de chaqué.
La voz del bajo, un profundo, cavernal gemido, a veces dominaba, alternando la soprano con sostenidos lamentos.
Ágil, unánime y dúctil, el coro era una gigantesca voz en latín sacro, lengua ininteligible para el público asistente.
Final de clamores celestiales, con el auditorio arrobado. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo! Prolongadas ovaciones, reverencias de los intérpretes.
Por fin, de las puertas del auditorio empieza a fluir mansa de gente. Unos se alejan hacia arriba, otros hacia abajo, otros cruzan la calle. Coches, autobuses, luces de escaparates, de farolas, de anuncios murales. ¿Adónde hemos salido? ¡Qué raro es todo esto!

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