SALMERÓN Y LA PRIMERA REPÚBLICA


SALMERÓN Y LA PRIMERA REPÚBLICA


José Siles Artés


     Conferencia pronunciada en la Fundación César Navarro el 26-3-2009


     INTRODUCCIÓN

           Nicolás Salmerón y Alonso, tercer Presidente de la Primera República española,  nació en 1837 y murió en 1908. Se ha cumplido el centenario de su muerte el pasado mes de septiembre, motivo por el cual se han celebrado diversos actos conmemorativos en Almería capital, en Alhama de Almería, su pueblo natal y en Madrid-en la Asociación de la Prensa y en el Ateneo, que yo sepa..
Figura insigne del republicanismo español, Salmerón es también sin lugar a dudas figura emblemática, y ello por un gesto, una determinación tomada en un momento crucial de su vida que le distingue de la gran mayoría de los políticos que en el mundo han sido. Cuando se menciona su nombre, cuando surge casualmente en una conversación, casi siempre hay alguien que evoca su dimisión de la Presidencia de la República por no firmar una sentencia de muerte.
            Fue autor de muchas otras cosas en variados terrenos, todas ellas importantes para la historia de nuestro país. Fue profesor, filósofo  y político muy activo, o mejor dicho, republicano fervoroso. Fue uno de los forjadores de la Primera República y, caída ésta, uno de los indesmayables adalides de la causa republicana. Ejerció además de abogado.

ORÍGENES

            El menor de siete hermanos y hermanas, Nicolás cursó la segunda    enseñanza en el Instituto de Almería, obteniendo el título de Bachiller en 1850. Su siguiente etapa educativa transcurrió en Granada, en cuya universidad hizo los cursos primero y segundo de Filosofía y Letras entre 1853 y 1855. Allí y entonces fue compañero de estudios de Francisco Giner de los Ríos, al que le uniría una profunda afinidad ideológica y una amistad que duró toda la vida

            MADRID

De Granada el joven Salmerón saltó a Madrid, donde residía su hermano Francisco, quince años mayor, un abogado de prestigio, comprometido con las causas liberales y progresistas. En la Universidad Central continúa su carrera licenciándose en 1858  con premio extraordinario. Once años después, en 1871, obtendría además la licenciatura en derecho por la Universidad de Salamanca.
En 1861 se hace socio del Ateneo de Madrid, foro donde se exponían y debatían los temas candentes de la época, cuando estaba dando la batalla  el krausismo, filosofía introducida en España por Sanz del Río, del que  Salmerón es brillante discípulo. Allí, la mayor animación se daba en la sección de Ciencias Morales y Políticas, donde, en palabras de Rafael María de Labra, “en esta época hicieron su brillante aparición la democracia, el individualismo economista y el krausismo” (1905:26).
En esos debates se va forjando la excepcional oratoria de Salmerón, asi como en el llamado Círculo Filosófico de Cañizares, selecto grupo de intelectuales radicales del momento.
Al mismo tiempo el joven Salmerón colabora en el diario La Discusión de Nicolás  María Rivero, para pasar luego a La Democracia, de Emilio Castelar.
Paralelamente va alcanzando cotas en la ascensión de una carrera académica que habría de ejercer toda su vida. Profesor auxiliar del Instituto San Isidro de Madrid desde 1859, en 1860 ocupa rango análogo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, y cuatro años después gana la cátedra de Historia Universal de la Universidad de Oviedo, de la que nunca llegaría a tomar posesión.
            Su ambición política y sus circunstancias personales y sociales le llevan a apostar fuerte por afincarse en Madrid, fijándose metas académicas máximas, y en este empeño da un paso firme al ganar  cátedra de Spernumerario de Metafísica,  adscrito a varias disciplinas en la Universidad Central (1866).
Nicolás Salmerón, como Julián Sanz del Río (1814-1869), Francisco Giner de los Ríos (1840-1915), Gumersindo de Azcárate (1840-1917) y otros intelectuales de su época, es un profesor universitario  que va a ejercer una misión de propagación ideológica de carácter radical, progresista, con la mira puesta en encauzar a la sociedad española por una vía democrática, laica, librepensadora. Encarna la figura del profesor que trasciende con la pluma y con la palabra el ámbito de su aula para hacer avanzar su país; figura que veremos repetirse en generaciones posteriores, con una invariable estela de acoso, hostigamiento y castigo por parte de las instancias gubernamentales. Sufrirán los profesores disidentes separación de sus cátedras, prisión y exilio. Salmerón no se libró de ninguno de estos infortunios. 
La apasionada vida política de Salmerón está jalonada  de gallardos posicionamientos. Por formar parte del “Comité Democrático”, agrupación clandestina, fue encarcelado en junio de 1867, tardando cinco meses en ser puesto en libertad.
Y por no firmar un documento admitiendo sumisión a la monarquía  fue expedientado, y apartado de su cátedra en enero de 1868. (Fernández Bastarreche, 1975:28-32).
1868 sería  un año crucial en la historia de España: triunfa la revolución popularmente conocida como “La Gloriosa”, la reina Isabel II abandona España y el general Prim se hace cargo de un nuevo Gobierno. Los sectores moderados se aplican ahora en instaurar una monarquía constitucional, presidida por una nueva dinastía. Tal proyecto desplaza a los republicanos, quienes en aquellos días celebran una serie de mítines en un circo de Madrid, el Circo Rivas, donde Nicolás Salmerón se configurará públicamente como ardoroso orador  de la causa republicana.
En el  papel  de orador lo vio Nicolás Estévanez, militar republicano y literato, en sus inestimables memorias (1903: 281-282):

                     De pronto aparece pidiendo la palabra un joven como de treinta años, alto, flaco, moreno, de ojos saltones y expresivos. Orense, que presidía, se la concedió, pero el público empezaba a fatigarse y hubo hasta murmullos de protesta, que ya estabn todos satisfechos y aun hartos de retórica después de media docena de larguísimos discursos, entre ellos uno correcto y elocuente de Cristino Martos. Empezó, pues, aquel orador desconocido en condiciones muy desfavorables; pero apenas oídas las primeras frases del exordio, el silencio se hizo general y no tardó en manifestarse la unánime admiración del público: era Salmerón. Aunque ya famoso en la Universidad, el público de entonces no lo conocía, ni yo tampoco. Lo confieso, quedé maravillado de su dicción, de su estilo, de sus actitudes, nada parecidas a las de la mayor´parte de nuestros oradores. Con todo, salí contrariado de aquel meeting creyendo que había de malograrse tan peregrina elocuencia por el espíritu ecléctico del orador filósofo. No hubo manera de arrancarle ninguna declaración categórica; no hizo ninguna afirmación de republicanismo, y cuenta que era entonces tan republicano como ahora. Pretendía, sin duda, atraerse a los neutros, enemigos irreductibles de la democracia y de la revolución.
                         
            El catedrático de metafísica, el pedagogo, el ideólogo, y también el abogado, cruza en este período el puente que le separa de la política activa, presentándose a diputado por Almería. No ganará  acta, pero sí triunfa luego aspirando a la circunscripción de Badajoz. Son las Cortes de Amadeo I, en las que la voz de Salmerón será una de las más respetadas e influyentes.
            En el foro de más resonancia de la nación, donde se explican variadas y a menudo antagónicas ideologías, Salmerón abogará por causas tan progresistas como la libertad de enseñanza, la supresión de la esclavitud y la concesión de la independencia a los territorios ultramarinos españoles.
            La ola republicana de la Revolución del 68 ha quedado detenida durante el reinado de Amadeo I de Saboya, pero cuando éste presenta su abdicación el 10 de febrero de 1873,  la ola se pone de nuevo en marcha con incrementado empuje. El día siguiente Las Cortes, asumiendo la titularidad de la soberanía del pueblo, proclaman la República y nombran Presidente a Estanislao Figueras.
            En el Gobierno de Figueras  figuraron los republicanos más sobresalientes: Castelar, Pi y Margall y Salmerón, que ocupó la cartera de Gracia y Justicia. En este período se extiende por el Norte la Guerra Carlista, la situación económica del país arroja un balance sombrío, y el establisment monárquico intenta desbancar a la República en dos golpes de Estado sucesivos. Hasta que se celebran elecciones el 10 de mayo, resultando abrumadoramente mayoritario el sector republicano federal; es decir el de Pi y Margall. Ante este desenlace el Presidente Figueras desaparece bruscamente de la escena y reaparece en Francia. Su mandato había durado tres meses. Durante su presidencia, es de destacar, se suprimió el impuesto de consumos y se legisló para crear un ejército profesional.
             A Figueras le sucede el 11 de junio Pi y Margall, quien además de habérselas con la Guerra Carlista, tendrá que contender con el movimiento cantonalista, surgido con los primeros compases del nuevo régimen. Provincias y ciudades se proclaman independientes, acuñan moneda, crean impuestos y hasta, como en el caso de Granada y Jaén se declaran la guerra entre sí. En este estado de alteración, su presidencia no duró más que cinco semanas, durante las cuales, sin embargo, introdujo alguna normativa en consonancia con su ideario socializante. Creó los Jurados Mixtos, compuestos por obreros y patronos, así como algunas disposiciones protectoras de los niños trabajadores.
            Pi y Margall (1834-1901) se distinguió por una vigorosa dedicación a las mejoras sociales y económicas del país, de las que hayamos defensa en su libro de juventud,  La Reacción y la Revolución (1854). Mucho tiempo después, en 1877, publicaría Las Nacionalidades, donde desarrolla sus ideas federalistas.
        Pi y Margall dimitió el 18 de  julio, y el 19 fue nombrado  Presidente del Poder Ejecutivo Nicolás Salmerón, quien a la creciente insurgencia cantonalista se enfrentó con energía, no dudando en hacer actuar las fuerzas militares con sus efectivos y sus estrictas ordenanzas. En los generales Pavía y Martínez Campos se apoyó notablemente, consiguiendo restituir el poder del Estado en la mayoría de los cantones rebeldes. Málaga y Cartagena serían los últimos en caer.
       Pero en cumplimiento de la ley vigente, se habían dictado unas sentencias de muerte que Salmerón se negó a firmar por motivos de conciencia, prefiriendo dimitir de la presidencia de la República. El tuvo bien claro que el Estado de derecho tenía que actuar con pulso firme, pero también que sus principios le impedían autorizar el castigo máximo. Firmó su renuncia el 7 de septiembre. Las sentencias pendientes se ejecutarían durante el mandato de Emilio Castelar, su sucesor.
   Tan insólita renuncia quedaría para la historia como el gesto más valiente y más honesto de este estadista singular. Su esposa, doña Catalina, mandó grabarla en su sepulcro en el Cementerio Civil de Madrid con estas palabras: “Dejó el poder por no firmar una sentencia de muerte”.
   La frase, convertida en epitafio legendario, ha quedado en la memoria de la gente, transimitiéndose de generación en generación. Y se comprende; qué pocos son los que renuncian al poder por fidelidad a una causa tan idealista.
            Emilio Castelar, que sucede a Salmerón el 6 de septiembre, tendrá que vérselas con la decisiva toma de Guernica por el ejército carlista y la proclamación de Carlos VII como rey, con la bendición del obispo de  la Seu de Urgel.
            Castelar recurre a  civiles y militares de tendencia derechista, suscitando  la oposición de los republicanos a su izquierda, así  como de los más centrados, los que siguen a Salmerón. En este crispado contexto, gobierna por medio de decretos, prescindiendo de las Cortes, a las que se tuvo sin reunir durante más de tres meses. Hasta que el 2 de enero de 1874, en la que había de ser trascendental sesión, se presenta una moción de confianza al Gobierno, con uno de los discursos más famosos de  Salmerón.

“... no hay en los momentos presentes más que una política salvadora para la República, para la patria y para las instittuciones democráticas, que valen algo más(como que son la médula) que el yerto esqueleto, que el vano rótulo de la forma exterior de Gobierno... una política eminentemente republicana, esencialmente democrática en los principios, radical en las formas, pero conservadora en los procedimientos (1911:220).

 “... sepa el señor Presidente del Poder Ejecutivo que todavía estoy dispuesto a apoyarlo si por fortuna se decidiera a hacer una política que no contradiga los principios y las convicciones que toda mi vida he profesado. Mas, por doloroso que sea, tratándose de un antiguo maestro y amigo, si se aparta de mis ideas, tendré que negarle mi humilde apoyo, porque sobre el culto que tributo a la amistad está el debido a  la propia conciencia” [final del discurso] (1911:226). (Homenaje a la buena memoria de Nicolás Salmerón y Alonso)

    Fue el primer cuadro del drama que concluyó aquella madrugada. En el escenario del Congreso la historia  encarnó en teatro. Mientras se recontaban los votos para elección de Eduardo Palanca Asensi,  irrumpen  las fuerzas del general Pavía en el Congreso, dando fin a la Primera República. Fue por parte de Salmerón  una toma de posición irreductible, una resolución tan personal como histórica. La escena la evocó así Pérez Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, De Cartago a Sagunto:

En esto sonó el primer trueno de la ya inminente tempestad. Salmerón, que había dejado la silla presidencial, soltó en un escaño próximo al reloj el raudal de su elocuencia altísona y majestuosa. Sus negros ojos fulgurantes, su lucida estatura y la solemnidad de sus ademanes, completaban el mágico efecto del orador sobre sus embelesados oyentes.

         En efecto, los discursos de Nicolás Salmerón constituyen ciertamente un apartado indispensable de su legado, correspondiendo algunos a intervenciones parlamentarias con ocasión de momentos políticos cruciales; como el discurso pronunciado en defensa de la legalidad de la Asociación Internacional de Trabajadores  (1873),  el  de toma de posesión de la Presidencia de la Asamblea (1873), el discurso contra la aninistía a los cantonalistas y contra el derecho a la insurrección(1873), su alocución al dimitir de la Presidencia del Poder Ejecutivo (1873) o el discurso al ocupar de nuevo la Presidencia de la Asamblea (1873),
         Restaurada la monarquía con Alfonso XII el 29 de diciembre de 1874, se abre un período de especial dureza para las fuerzas radicales, llegando el poder a desposeer de sus cátedras a algunos de sus titulares más significados, como Salmerón, quien al igual que muchos otros republicanos eligió el caminio del exilio, instalándose en París en 1876.
             Cuando se va al destierro, por otra parte, Salmerón tiene ya publicado el grueso de sus obras. A saber: su Compendio de Historia Universal (1863) y su Juicio crítico sobre la filosofía alemana (1866),  el estudio que presentó como memoria para la oposición a Catedrático Supernumerario de Metafísica de la Universidad Central, mientras que para opositar a Catedrático de Metafísica de la misma Universidad, haría valer su Concepto de la Metafísica y plan de su parte analítica (1870). Dentro de este período, que llega hasta 1875, cuando  emprende el camino del exilio, aparecen  La libertad de enseñanza (1871)  y el  prólogo a la  Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, de John William Draper (1876).
    En 1881, a los catedráticos desposeídos, se les permitió  por fin reingresar en sus puestos, aunque Salmerón, residente en París, no se reincorporará a su  Universidad, la de Madrid, hasta 1885. Retoma también  la práctica de la abogacía y sigue afiliado al Ateneo, como atestigua la Lista de Señores Socios de 1886.
   Pudo haber continuado en Francia renunciando a la lucha por sus ideas, otros lo hicieron, pero no estaba en su carácter.
     Durante casi una década de ausencia de España, han sucedido aquí muchas cosas. La monarquía ha vuelto por sus fueros y dos partidos, el conservador y el liberal, se turnan en el poder. Pero la llama del republicanismo sigue viva, y Salmerón se consagrará a mantenerla y extenderla desde el escaño que sucesivamente irá ocupando en el Congreso.
       En 1886 sale elegido diputado por Madrid, integrado en las filas de la Unión Republicana, que cuenta con otras figuras ilustres procedentes del krausismo, como Gumersindo de Azcárate y Rafael María de Labra. Es un grupo al que hoy podríamos quizá denominar de centro izquierda por comparación al posibilismo de Castelar a su derecha, mientras que a su izquierda se situaban los federalistas seguidores de Pi y Margall y los radicales, abanderados por Ruíz Zorrilla, quien amparó un  golpe de Estado liderado por el general Villacampa en 1886, golpe que fracasó.
            En 1887 funda partido propio, el llamado Centralista, cuya política expone y defiende el periódico La Justicia.
          Los republicanos,  divididos, no pudieron alcanzar resultados significativos hasta las elecciones de 1893 cuando, integrados en una “Unión Republicana”,  consiguieron 47 escaños
         Pero a continuación la curva cae y no vuelve a alcanzar una altura considerable, 37 diputados, hasta  las elecciones de 1903. Para entonces, a sus 66 años, Salmerón es la figura más destacada e influyente del republicanismo. Ruiz Zorrilla había muerto en  1895, Castelar en 1899 y Pi y Margall en 1901.
         Las elecciones de 1905 proporcionan otro balance halagüeño a los republicanos unidos-30 escaños, pero este es también el año en que se produce una agria discrepancia entre  Salmerón, inclinado a aliarse con los catalanistas y el joven Lerroux, contrario. A continuación Salmerón es nombrado presidente de una nueva agrupación, Solidaridad Catalana. en la que se integran los componentes de la Unión Republicana y los partidos catalanistas. Esta alianza,  rechazada por el sector españolista liderado por Lerroux,  obtiene un gran triunfo, 41 actas, en las elecciones de 1907, En 1908 muere Salmerón y Solidaridad Catalana se disgrega.
La muerte de Nicolás Salmerón y Alonso, República, de la que se acaba de cumplir, el primer centenario rió, ocurrió el día 20 de septiembre de 1908 en Billère, cerca de Pau, donde se encontraba reposando, en mal estado de salud.
Su muerte  tuvo la gran resonancia que correspondía a figura po lítica e intelectual tan sobresaliente, dedicándole el periódico El Imparcial el día siguiente, el 21 de septiembre de 1908,  un editorial a tres columnas en primera página,
El día 24 de septiembre de 1908 una solemne comitiva fúnebre, llevando los restos de Nicolás Salmerón, se detiene frente al Congreso de los Diputados, donde se le rinden honores.
            Por los titulares de prensa y por la foto que yo he visto de aquella escena en la Plaza de las Cortes, puede deducirse que se trató de un acompañamiento multitudinario. De esos que de verdad llegan al corazón de la gente sencilla. A mí me ha hecho pensar en lo que en enero de 1986 sería el entierro de Tierno Galván.
El 12 de octubre el Congreso de los Diputados le dedica un homenaje, y el 13 hace lo propio el Senado. Los discursos de ambas sesiones fueron recogidos en el libro, Homenaje a la buena memoria de don Nicolás Salmerón y Alonso. Trabajos filosóficos y discursos políticos seleccionados por algunos de sus admiradores y amigos, libro que vio la luz en 1911, con prólogo de Francisco Giner de los Ríos, su correligionario y amigo íntimo.
Giner de los Ríos, cuyo prólogo al libro homenaje es una pieza de gran belleza literaria y una profunda inmersión en la compleja personalidad de Salmerón, lo recordó así:
                       
              Ahora, como político de acción, a Salmerón lo turbó siempre un doloroso conflicto. Su orientación general, en perpetua discordia con el medio, la selvática inflexibilidad de su contextura y su carácter-que recordaba a su modo a Ríos Rosas­-lo empujaban fuera de los partidos y le imponía la vocación solitaria del profeta, llamado a remover las almas con la potencia de la idea y el fervor de la pasión incandescente. Su superioridad, tan  desproporcionada, las circunstancias de nuestra historia, mil factores complejos, hicieron constantemente de él un jefe: de aquel eterno disidente, nacido para no mandar ni ser mandado, y que llevaba arrastras sin piedad, como una tromba, a la masa rebelde de su ejército, sin poder, ni querer quizá, con él penetrasrse (XI-XII).

Y Rafael María de Labra lo retrató así:

      ... este hombre fue Ministro y Diputado por espacio de treinta años, ocupó los primeros puestos del país en momentos verdaderamente críticos, llegó a ser Presidente del Poder ejecutivo, fue Jefe del Estado, y todo esto lo realizó Salmerón, en un período de treinta a treinta y cinco años, de una manera verdaderamente insuperable”.
       Salmerón era un enamorado, hasta el apasionamiento, de la verdad. Era, además un patriota.
                      Como amigo de la verdad, su sitio era la Cátedra; y la investigación de la verdad, la posesión de la verdad, la difusión de las ideas, eran en él, no sólo un amor, sino una preocupación, la preocupación constante que llenaba toda su vida, siendo su Cátedra el amor de sus amores. Todo lo posponía ante esta idea”(xxiii).
      Por otra parte era un luchador Yo he conocido luchadores en esta tierra de bravos, pero luchador superior a Salmerón no he conocido ninguno” (xxiv).

Resalta también la intervención de Segismundo Moret en el Congreso, aunque de otra manera. Moret, prohombre del partido liberal, ministro y presidente del consejo de ministros varias veces, hace un discurso breve en que tras admitir la grandeza parlamentaria de Salmerón, confiesa y lamenta su discrepancia en materia política:

... son tan grandes las peripecias y las variaciones de la vida; ha hecho la sociedad tantas evoluciones; estábamos muchos tan cerca allá en el año de 1869, que nos parece inconcebible cómo podremos hoy estar tan separados. La muerte nos obliga a pensar en estas cosas, porque nos da lecciones muy severas (xxvi).

            De la misma edad casi que Salmerón, Moret le sobrevivió cinco años. En 1908, cuando Salmerón muere, Moret era presidente del Ateneo. En este puesto había sucedido a Echegaray en 1899, para continuar hasta 1913, el año de su muerte. Antes lo había sido en los períodos, 1884-1886 y 1894-1898.
     Las reticencias de Moret el mencionado día en el Congreso, contrastan con el fervor de Gumersindo de Azcárate, quien intervino a continuación ( “... para mí, hablar de Salmerón es como hablar de un hermano”). Azcárate, también krausista e institucionista,  era socio del Ateneo desde 1862, un año después que Salmerón y un año antes que Giner de los Ríos. Y así evocó al homenajeado:
                       
             Su orientación general, en perpetua discordia con el medio, la selvática inflexibilidad de su contextura y su carácter-que recordaba a su modo a Ríos Rosas­-lo empujaban fuera de los partidos y le imponía la vocación solitaria del profeta, llamado a remover las almas con la potencia de la idea y el fervor de la pasión incandescente. Su superioridad, tan  desproporcionada, las circunstancias de nuestra historia, mil factores complejos, hiceron constantemente de él un jefe: de aquel eterno disidente, nacido para no mandar ni ser mandado, y que llevaba arrastras sin piedad, como una tromba, a la masa rebelde de su ejército, sin poder, ni querer quizá, con él penetrarse{…}. No sé si acertaré, y si sería éste Salmerón. Por lo menos, éste es el mío. El que he amado y reverenciado más de cuarenta años: de cerca, en los bancos de su clase; de lejos en esta política española, que lucha aún entre la vida y la muerte, brutalmente llevada a empellones por sus “estadistas”al pretorio de Europa” (xi-xii).
               
  En esa corriente, en esa escuela, creo que es pertinente incluir a Salmerón. Su lección fue asimilada y perpetuada en el programa de los republicanos ilustrados de los años veinte y treinta.
  A este respecto, sobresale en el curso 1935-36 la celebración del centenario del Ateneo  con una serie de conferencias, entre las que hay una del líder republicano Marcelino Domingo, pronunciada el día 11 de diciembre, sobre “Salmerón, político”, analizando a éste como un precursor de Manuel Azaña. El tema estaba en sintonía con los críticos acontecimientos que a la sazón se producían vertiginosamente. El día 14 de diciembre forma Portela Valladares su primer Gabinete; el día 31 del mismo mes forma su segundo Gabinete; el 15 de enero se forma el Frente Popular; el 16 de febrero se celebran las elecciones generales resultando vencedora aquella coalición, el 19 de febrero del 36 Manuel Azaña forma su cuarto Gobierno; el 7 de abril las Cortes destituyen a Alcalá Zamora;  y el 10 de mayo  nombran en su lugar presidente de la República a Manuel Azaña.


BIBLIOGRAFÍA                                                                                 


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-FERNÁNDEZ  BASTARRECHE, Fernando: Nicolás Salmerón y Alonso, Almería: Grafikás Ediciones, 1975.

-HEREDIA SORIANO, Antonio: Nicolás Salmerón: Vida, Obra y Pensamiento(1837-1908). Tesis Doctoral(Extracto), Salamanca:1972. 

-Homenaje a la buena memoria de don Nicolás Salmerón y Alonso. Trabajos filosóficos y discursos políticos. Seleccionados por algunos de sus admiradores y amigos, Madrid: Imprenta de la Gaceta Administrativa, 1911.

-LABRA, Rafael María de: El Ateneo de Madrid. Notas históricas. 1854-1905, Madrid: Tipografía de Alfredo Alonso, 1906

-El Ateneo de Madrid.Sus orígenes-desenvolvimiento. Representación y Porvenir, Madrid: Imprenta de Aurelio J. Alaria, 1878

-Nicolás Salmerón y Alonso(1837-1908). Semblanzas, Almería: Patio de Luces de la Diputación de Almería, 2003

-PÉREZ GALDÓS, Benito: Episodios Nacionales, IV. De Cartago a Sagunto. Madrid: Aguilar, 1971.

-RUÍZ SALVADOR, Antonio: El Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid(1835-1885), London: Tamesis Books Limited, 1971.

-UTRERA, Carmen y CRUZ, Dolores: Cronología de la Historia de España(III). Siglo XX, Madrid: Acento Editorial, 1999.

-Velada en honor de DON MANUEL PEDREGAL Y CAÑEDO, el día 20 de Febrero de 1897 bajo la presidencia del Excmo. Sr. D. Segismundo Moret. Gijón: 1897.

-VILLACORTA BAÑOS, Francisco: El Ateneo científico, literario y artístico de Madrid(1885-1912, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985.



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