lunes, 4 de mayo de 2015

ELLOS PIDEN

            Piso el umbral del supermercado y allí me saluda el muchacho negro de siempre:
            -Buenos días, señor.
            -Buenos días.
            Y cuando salgo:
            -Adiós, señor.
            -Adiós.
A la puerta de  una de las iglesias del barrio me aborda por las mañanas un fornido mozo para ofrecerme  unos paquetitos de kleenex.
En la acera del mercado una atractiva chica me pide para comprar leche para su niño.
Junto a los escalones de la conocida cafetería que mira al parque, otra mujer joven, con pañuelo a la cabeza y falda campesina, me dice “comer, comer”, con lastimero acento.
Junto al primer paso de peatones que cruzo por las mañanas, se sienta un joven cetrino, en la flor de la edad, algo desaliñado, con una caja de cartón en la que se ven varias monedas menores. Alza la cabeza, me mira, pero no dice palabra.
            El otro día, a unas manzanas de allí, mientras yo caminaba, me han saludado:
            -Buenos días, señor.
            Era otro joven negro, desde el quicio de otro supermercado, junto al que a veces paso, pero en el que nunca entro.

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