“Esta no es su casa, es el Tribunal Supremo”, le
recordó su presidente al político Francesc Homs.
Había argüido Homs, que en su casa le habían enseñado
a esperar a que el otro termine de hablar antes de tomar la palabra. Lo decía
porque el fiscal le estaba interrumpiendo.
Interrumpir al otro es desde luego una incivil manera
dialéctica, aunque abusar del turno de palabra puede ser una burda táctica para
imponerse.
¡Pobre Sr. Homs! A sus cerca de cincuenta años todavía
chocando contra el muro españolista. ¡Ah, dehesa querida, la del pelo que
conmigo llevo!
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