miércoles, 2 de mayo de 2018

SORDERA

Veo venir coches a lo lejos y me parece que se acercan empujados por el viento. Ya próximos, me regalan un ruido blando, amortiguado: el sonido tarda en acompañar a la visión.
Desde el parque que bordeo me llegan unos continuos estampidos amordazados: están paleando una pelota contra un frontón unos muchachos.
Ya he consultado al otorrino; a dos, mejor dicho. Uno me dice terminantemente que necesito llevar audífono. El otro me ha aconsejado hacer vahos de eucaliptus.
Mientras tanto, como desde hace varios años ya, pero ahora con más fecuencia, me llegan cartas de -"centros audiológicos" y similares-, advirtiéndome de los perjuicios de la sordera: aislamiento social, contratiempos cotidianos, pérdida de memoria... Últimamente ya con los precios de las audífonos, más consulta y seguimiento. Hasta hace poco rompía esta publicidad con malhumor: me tenían fichado por edad y esperaban puntualmente el deterioro de mi facultad auditiva. Ya parece que el cazador tiene a tiro su presa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario