jueves, 21 de junio de 2018

LAS OTRAS MUJERES

Paseante asiduo por la ciudad, he empezado a sospechar que las mujeres en general tienen aquí un doble.
También paseo, ocasionalmente, por el campo, pero aquí no, aquí la mujer es ella sola, sin copia.
La copia a la que me refiero es la que le hacen a la mujer los escaparates, automáticamente, inevitablemente.
A los hombres los calcan también los escaparates, pero es raro, muy raro, el varón que repare en este fenómeno duplicativo.
En cambio en la mujer ocurre al contrario: mientras camina por una acera, sola o en compañía, tiende a girar la cabeza para encontrarse en la luna de los escaparates al paso. No continuamente, pero sí en algún momento.  Y es así como, por arte reiterativo la mujer se reencuentra con ese segundo yo, que es ella en la calle, siempre con esmero ataviada. No como el espejo de casa, que recoge su imagen en cualquier momento del día. Y otra gran virtud tiene el cristal del escaparate. refleja la figura en movimiento y de perfil, y su mayor o menor garbo al andar. 


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