martes, 29 de noviembre de 2022

DESENCANTO

 El espejo nos da un fiel duplicado de nuestro rostro a lo largo de los años. Podemos quejarnos de su implacable sinceridad, pero es la verdad que a la larga nos hace ser realistas y conllevar con más o menos resignación nuestro progresivo e imparable deterioro.
    Bien es verdad, sin embargo, que disponemos de instrumentos para perpetuar nuestra imagen en determinados momentos:
    -¡Pero qué guapo eras!
    -Bueno, ahí tenía yo veintiocho años... 
    Pruebas, pruebas. Tenemos pruebas de la juventud que perdimos, y eso sin duda reconforta nuestro ánimo. Y disponemos; mejor dicho, disponen otros, de la imagen que antaño tuvimos. Son las personas que nos trataron un tiempo más bien largo, pero a las que, a partir de un cierto momento, dejamos de ver por avatares de la vida. Han pasado a lo mejor cuarenta años, ya rayamos la ancianidad, pero la imagen que aquella imagen tiene de nosotros sique siendo la de los veinte que teníamos en aquel entonces. ¡Qué chasco si volvemos a encontrarnos! Cosa que ahora ocurre a veces en internet: buscas a la persona que conociste y te encuentras con otra,  ya sin brillo de juventud, ya ajada. Cruel internet...


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