Cruzo el primer semáforo desde mi casa y encaro el menú del día del restaurante frontero. Pinchado sobre un pie angular, anuncia el menú del día y, al paso, mientras me alejo, voy rumiando el nombre del primer plato de la lista: "Ensalada crujiente". No ensalada de esto o aquello, sino "crujiente". Bien, es un adjetivo bastante gráfico, fuertemente expresivo, pero ¿de qué está hecha la tal ensalada? Otro día leí en el mismo tablón, "ensalada de la huerta". Fantástico, qué alarde de imaginación. El dentista, a su consulta he ido esta mañana. Un sol deslumbrante rejuvenecía la ciudad. No he sacado bastón, pero aquella cuesta, tan prolongada, me ha intimidado y he terminado por montar en cuatro ruedas. Conversación con taxista de Vallecas:
-Mi barrio es como un pueblo, tiene de todo.
-Tienen ayuntamiento.
-Sí. sí, claro.
-Y tienen instituto.
-Tenemos tres. Y tenemos universidad.
Y además, siguiendo la tendencia de Londres, van a ser aún más independientes.
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