Nos recibió en el despacho de su casa, no recuerdo con qué motivo. La estancia estaba dominada por un gigantesco retrato suyo al óleo. Tanto la imagen, como él mismo, mostraban un hombre de unos cincuenta años de edad: opulento y muy feliz de haberse conocido. Era director de un centro oficial y lo parecía. Lo recuerdo en una segunda ocasión. Fue en una especie de guateque en que los participantes eran compañeros del susodicho centro. Y allí lo veo bailando un bolero con una de las funcionarias, y hasta la canción: Si tu me dices ven, lo dejo todo...
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