Volvíamos del campo al atardecer, y el sol en declive se mostraba tan pálido como por la mañana. Era como un amanecer a la inversa. Y es que el sol vuelve sobre sus pasos a partir de una cierta hora. Vuelve a su luz primera, simulando que que está el día empezando. Quedaban en una grisura fría las laderas y los llanos; y las nubes recogían fulgores con mensaje de vértigo sideral. Me sentí astronauta volando por el el espacio exterior. Pero entramos en la ciudad, nos sumergimos en su iluminación y, de repente, el ensueño se desvaneció.
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