En la actual película Nebraska, un anciano gagá está convencido de que le corresponde cobrar un ficticio
premio millonario en metálico por la suscripción a una revista. ¿Para qué
quiere el dinero? Para comprarse una camioneta y un compresor. A toda costa
intentará llegar a la ciudad de Lincoln para recibir la supuesta suma. Un amante y paciente hijo le llevará en su coche,
atravesando desolados paisajes y pequeñas comunidades sombrías, sin aliciente, donde viven jubilados carentes de
toda alegría y esperanza. Nada heroico, nada deslumbrante hay aquí; la América
glamorosa brilla por su ausencia. Una excelente, sincera película sin embargo.
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