miércoles, 24 de febrero de 2016

BASTONES BLANCOS

Pasé delante de ellos. Estaban parados, cada uno sosteniendo un bastón blanco de invidente. Hablaban muy pegados el uno al otro: él un hombre apuesto, ella atractiva; dos personas entre cuarenta y cuarenta y cinco años.
         Al salir de la tienda a la que iba, los vi delante de mí, cogidos del brazo y caminando, picando la acera con sus bastones. Al alcanzarlos, ella se volvió hacia mí sin verme, y me preguntó con leve acento francés:
         -¿Sabe usted dónde está la calle Diego de León?
         -Es la segunda, todo recto.
         La primera bocacalle, General Oraá, está muy cerca y me paré para observarles. No manejaban con soltura los bastones, aunque la mujer algo mejor que el hombre. Ella tanteaba la mano derecha y él la izquierda. Eran como un tándem de remeros. encontraron bien el primer bordillo y el siguiente, y los bolardos de uno y otro lado, él siempre menos diestro. Sobre la lona de un andamio toparon, pero al instante lo salvó ella, y adelante siguieron, repicando sobre las losas y cogidos del brazo, fundidos en el paso. 

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