El laberinto mágico
son seis novelas conjuntadas, de Max Aub. Tratan de la Guerra Civil y he visto
estos días una selección de fragmentos suyos en el teatro Valle-Inclán de
Madrid. Dos horas de espectáculo seguido que fue interesante desde el principio
hasta el fin. Yo vibré con ecos de aquellos años, gritos de lucha, de justicia
y de libertad que escuché en mis primeros años de infancia. En los textos de
Max Aub están grabados aquellos acentos, unas veces heroicos, otras patéticos.
Qué impotencia la de aquellos ciudadanos, aquellos izquierdistas, más
pertrechados de coraje y pasión que de medios para triunfar. Se lanzan a
combatir por los sueños de liberación e igualdad, pero progresivamente van
comprendiendo que el enemigo es más poderoso, que la revolución está condenada
a la derrota. Ingenuidad, bravura, resignación y hasta sarcasmo son matices que
magistralmente van mostrando los actores. Y qué soberbios algunos de sus
monólogos, punteando una acción siempre
trepidante, concentrada en acontecimientos
bélicos decisivos representados por unos cuantos personajes. Estremecedora la
alegre, la juvenil declaración de varios
de ellos, anticipándonos la fecha y ocasión
en que habrían de caer. Toda una cascada arrolladora de recursos
escénicos, tan elocuentes como diestramente urdidos por el director de la obra,
Ernesto Caballero, mientras que la selección literaria de José Ramón Fernández
logra un triunfo que incita a conocer más a Max Aub, un autor del exilio y la
marginación, que aquí recibe un inestimable espaldarazo.
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