sábado, 31 de diciembre de 2016

EL PRECIO DE LA FELICIDAD

Finales de diciembre, hace un frío desaforado, agresivo. Lo estoy notando en mis carnes y en las de los demás viandantes. Normalmente suelo distinguirme de ellos: yo voy tiritando cuando la inmensa mayoría pasa tan a gusto.

El frío, estoy observando este invierno, me produce ganas urgentes de orinar. Hoy  ya  me puedo apenas contener; pero estoy en la calle, entre gente, donde no está bien visto arrimarse a un poste o un árbol y evacuar. Entonces me meto en una cafetería, rápido, hasta el fondo, donde suelen estar los evacuatorios. Pero no abre la puerta. Es “Sólo para clientes”. Así que pido en el mostrador un café y la llave del aseo. En seguida estoy desaguando: qué gloria, qué felicidad por el precio de un euro treinta y cinco. Pero colega, qué gran negocio también.

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