sábado, 2 de junio de 2018

LA INGRATA CALLE



            Voy esta mañana bordeando la fachada de un gran hospital, mirando al frente y sin prisa, y tratando de esquivar la mirada de los que intentan venderte o comprometerte en algo. La maniobra de soslayo normalmente me da resultado. Otras veces no tengo éxito, aunque me suelo librar del requerimiento con un “no, gracias”, “tengo prisa”, o un simple ademán. En ocasiones paso ante estos “vendedores” sin suscitar el menor interés, pero sí en cambio a otros que caminan a mi lado, Se ve que en esos casos el producto va destinado a gente más joven. Eso me da rabia, sea cual sea el artículo. Hoy, en cambio parece que era el blanco perfecto. Una chica me ha calibrado desde lejos, ha requerido su tablilla y su boli, y me ha transmitido su mensaje, en el que decía más o menos: “Estamos haciendo una promoción gratuita…”. “No, no gracias”, la he interrumpido, sin llegar a enterarme siquiera de lo que publicitaba. Es decir, que me molesta que me aborden, pero cuando me ignoran, me desencanta. Ingrato trabajo el de estos jóvenes que se echan a la calle para ganar un euro a cambio de persuadir a la gente para que compre o se suscriba a algo. Es dura, imprevisible y frustrante la calle, donde puedes echar una mañana sin sacar para un bocadillo. Tenía olvidado que yo pasé por ello.

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