Recuerdo
que hace unos años me llamaba la atención la aparición de unos anuncios
comerciales referentes a las piernas de las señoras. Se les encarecía cuidar
las piernas por motivos de salud y de estética. Unas piernas torneadas,
lustrosas y sanas eran la base, las columnas de sustentación de un cuerpo
esbelto. ¿Cómo se podía acceder a esta llamada? Obviamente, acudiendo a una
clínica especializada, debidamente dotada para atender a tan delicada atención.
Claro que de siempre existió la tonsura de la pierna, la depilación en la
mujer, porque la pierna velluda del hombre, que yo sepa, no ha sido, no era ni
es motivo de bochorno antiestético. Es más, el varón ha ampliado su exhibición
a medida que se ha ido aficionando a vestir pantalones cortos y bermudas en verano.
Una moda que, tengo para mí, conlleva un implícito grito de autoafirmación,
comparable a la de lucir barba o bigote.
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