-¿Tienen
las personas un efluvio? ¿Despide cada uno un aire mudo, pero elocuente, de su
carácter? ¿Puede la mera presencia transmitir un mensaje, un anuncio de la
propia identidad?
Nada
más verla, de una persona se nos ocurre que es arrogante, que es hosca o culta,
humilde o antipática. A aire de suficiencia, como sinónimo
de pedantería, alude Mª Moliner en su
famoso diccionario.
El
trato, evidentemente, proporciona la prueba más fiable, ¿pero la primera
impresión no es a menudo la que prevalece?
Entonces,
¿cómo se escapa de cada uno de nosotros ese retrato insustancial? ¡Y en qué
consiste? ¿Y cómo es percibido por los demás?
A
algunas personas se les da mejor que a otras captar de primeras el carácter del
otro; como si tuvieran más desarrollado un sentido especial. Conocer al prójimo
a primera vista es un don, una especie de extra sentido.
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