lunes, 22 de abril de 2019

EL JUBILADO


          El jubilado camina una mañana con soltura, y se siente ágil y vital. Va a Correos a certificar una carta.
          El jubilado camina otra mañana con lentitud, desgana y cansancio. No va a certificar una carta ni va a ninguna parte; no tiene nada que hacer; se ha echado a la calle, cansado de estar en casa.
          Durante su vida laboral el jubilado siempre se sintió dinámico y ligero. Desde que se jubiló su salud sigue buena, los análisis y el médico lo aseguran- experimenta estos episodios de cansancio físico y moral.
          En general, el jubilado se siente descolocado, ajeno al día a día de la sociedad. Pero, ¿volvería, retomaría aquella actividad profesional que ejerció durante más de cuarenta años? No. Decididamente, no: las tareas laborales, y a veces hasta creativas que en general le interesaron y absorbieron (¿), le parecen ahora insulsas. Lo gratificante ahora no es aprovechar el tiempo, sino perderlo, vegetar, gustar de su sustancia, palparlo, verlo pasar y paladearlo con infinita lentitud, como una bebida que no tiene reposición.

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