viernes, 3 de enero de 2020

DIARIO DE UN ATENEÍSTA (1))




José Siles Artés


Miércoles 3-1-2001


            La alarma de las “vacas locas” sigue aumentando. Hoy nos enteramos que en Castilla y León se han detectado dos casos. ¡Y aquí estábamos libres de este problema!
            He aparecido por el Ateneo al cabo de no sé cuántos días. “Te habíamos puesto falta”, me dice Emilio de Castro. He escrito un par de folios de lo que puede ser la leyenda garruchera que me pide Federico Moldenhauer.

 Lunes, 8-1-2001

             A B lo han denunciado por recortar periódicos en la hemeroteca del Ateneo, y ha tenido el rostro de negarlo  habiendo testigos. C ha sido sorprendido hurgando en el pupitre de un lector y sustrayendo un folio de papel en blanco. Ambos han sido sancionados: no se les permitirá la entrada en la casa durante un mes. C va de gran jurista y republicano puro. C, que ya ni se lava, va de hombre justo y de apóstol contra el materialismo y el marxismo que corroen al mundo. Intuyo que su gran amargura es que el régimen franquista no se ha perpetuado.
            La famosa Ley de Enjuiciamiento Civil, esa que está pensada para agilizar la administración de la justicia, entra en vigor, pero El País se queja de que no se han provisto medios para su aplicación.

 Martes, 9-1-2001

             El tan esperado fallo del Tribunal Supremo sobre el indulto al Juez Gómez de Liaño se ha producido por fin: lo rechaza por ilegal. Sin embargo el Gobierno no ha perdido tiempo en declarar que va a “defender sus competencias”. Nadie entiende este apasionado interés del Gobierno por un juez que ha sido condenado por prevaricador.
            Y la disputa sobre el futuro AVE levantino termina con un desenlace feliz para todos. Este ferrocarril que unirá Madrid con Valencia pasará también por Cuenca, Albacete, Alicante y Murcia, y prestará servicio también a Toledo.
            Tendría que haberme dejado caer por la tertulia de los martes del Ateneo (la de Amadeo Aláez), pero me apetecía más trabajar en casa. El lunes estuve en la tertulia de Bellas Artes (la de Rafael Flórez; cada tertulia tiene un líder); había quedado citado allí con Jaime Valentí. Jaime quiere que colabore con él en la promoción de actividades culturales de la Fundación Pérez Galdós, de la que es el secretario. Me lo ha propuesto de una manera indirecta, pero no le he dicho ni que sí ni que no; más bien no me he negado a echar una mano si es necesario. Otra cosa sería meterme en faenas absorbentes. 

 Viernes, 12-1-2001

 GENOCIDIO CULTURAL.
            Yo no tenía pensadas esas palabras al principio. Argumentaba mientras comía con Eduardo Valenzuela y con Pepe Lamadrid que nuestra generación -la de los niños de la guerra-ha sido justamente rotulada como la “generación inocente”. ¿Por qué? Porque se nos ocultó el pasado inmediato. Se nos enseñó a los literatos del 98, pero no a los del 27. En historia no digamos: se nos instruyó muy bien en la época imperial, pero ignorábamos todo o casi todo lo que verdaderamente había pasado en los años veinte y treinta. Por los comentarios de mis dos amigos percibo que no están captando mi mensaje (Eduardo, especialmente).
            -Bueno, yo como me eduqué plenamente en un ambiente de derechas, donde no se cuestionaba su legitimidad.
            -Que no quiero decir eso, que lo que quiero decir es que en nuestra formación hay un gran vacío, y eso es un robo, una mutilación... O dicho de otra manera, con nosotros se ha cometido un genocidio cultural, que no han sufrido los que tenían diez años más, porque estos eran hombres y conocían las circunstancias que habían precedido a la Guerra Civil.
            -Totalmente de acuerdo, genocidio cultural, es verdad -afirma Lamadrid.
            Menos mal, siento el alivio de haberme hecho entender. Quizá es que la manera más fácil sea la de usar palabras de acento dramático. Pero yo ya estoy desatado, y durante el café me desfogo trazando perfiles verbales más o menos discretos de personas del Ateneo y del Gijón que conocemos. Lo justo habría sido empezar por mí mismo.

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