jueves, 30 de enero de 2020

DIARIO DE UN ATENEÍSTA (5)

Miércoles, 7-2-2001

            A las cuatro de la mañana me desperté, después de un tirón de sueño profundo, y ya no puede conciliar debidamente el sueño, y no es porque no le pusiera relajación y respiración honda como aconsejan. En la cabeza me bullían ideas para el artículo, “Azaña en el Ateneo” y otros proyectos. No somos dueños de nuestro subconsciente.
Como llevaba ya los zapatos muy mojados por la lluvia crucé el Paseo del Prado por el túnel de Colón. Un par de mendigos con la radio puesta y cara de  truhanes acercaban un platillo a los pasantes. Delante de mí iba una pareja jovencita y la chica les dio una moneda y les regaló  una sonrisa primaveral. Qué corazón tan tierno el suyo. El mío, en cambio, qué duro. Iba yo a la Biblioteca Nacional, ya reabierta la gran sala central y las laterales. Todo ha quedado flamante y hay ordenadores para consultar  los fondos y libros de consulta muy accesibles.  Por mi lado pasó Luis Carandell, con paso torpe. Volvió la cabeza nada más verme. ¿Me reconoce? (Ya nos hemos topado varias veces últimamente). Yo creo que sí. Nos tratamos algo en los primeros años sesenta; la relación venía por un amigo común: Juan Bayesta. Entonces daba sus primeros pasos en Madrid. Ahora veo que sabía moverse bien. Sabía arrimarse a los buenos árboles. Su triunfo y popularidad vendrían después; ambos fruto de un indudable talento.

 

Jueves, 8-2-2001


     En el Cuartel General de la Armada he seguido tomando notas del expediente de don Alfredo Saralegui. Los tiempos cambian. Oigo que el funcionario que me está atendiendo estos días habla por teléfono:
            -¿Teniente coronel R?
            -...
            -Soy el sargento L., que ya puede venir a recoger el expediente que me ha pedido.
            -...
            -De acuerdo, hasta luego.
        Estoy asombrado: hasta hace no mucho,  en un tipo de conversación así el inferior habría dicho al superior “a sus órdenes” tres o cuatro veces, y otras tantas “mi teniente coronel”. Ah, y al rato aparece este oficial y el sargento ni se levanta y le habla como si fuera con un colega de su mismo rango. Me recuerda la manera que se tratan los militares americanos en las películas. ¡Estos sí que son cambios en la sociedad española!

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