miércoles, 5 de agosto de 2020

"Yo estoy convencido"

Qué felicidad, que paz de espíritu conlleva el estar convencido de algo. Y qué intranquilidad el no ver claro, no saber a qué carta quedarse, no ver la luz, no dar con la respuesta a alguna pregunta sustanciosa. El ser humano posee esa capacidad o facultad de preguntarse por cuestiones más o menos vitales, y normalmente, la inclinación a dar una respuesta satisfactoria. Pero es más fácil lo primero que lo segundo. Es más arduo: la respuesta correcta puede estar contaminada por la propia subjetividad, por los gustos o aversiones personales y por nuestras propias limitaciones culturales, taras todas ellas que cuesta lo indecible reconocer. El resultado es que, sobre todo para las cuestiones de cierta complejidad, nos sea más asequible pulsar el botón de la auto afirmación que el del análisis objetivo y el estudio de la reflexión precedente. Es entonces cuando nos viene a los labios la frase: "Yo estoy convencido". Algo es así, no porque lo sustente alguna razón que aporto, sino porque "yo estoy convencido". Raro es el día que no oiga la frase, sobre todo en las tertulias de los medios.


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