Ojeando hace unos días el periódico, vi varias fotos de una familia de clase media en los años treinta del siglo pasado. Y todos, varios hombres y mujeres, llevaban sombrero.
Personalmente,
en los años cuarenta, recuerdo que era bastante corriente el uso del sombrero
en el elemento masculino; no así en el femenino, donde ya debía estar
finiquitado, y en concordancia con ello puedo aducir el caso de una prima mía,
madrileña, de profesión sombrerera que, terminó en el paro, para algún tiempo
después emplearse de taquillera de un cine.
Los
años cuarenta vieron desaparecer poco a poco el sombrero de la cabeza de los
hombres, como podemos rastrear por las películas de la época. Ah, por cierto,
los gangsters llevaban siempre sombrero. Los cow-boys también, aunque su
origen fuera otro.
El
sombrero daba respetabilidad, y lo llevaba la clase media y alta. La clase
obrera no llevaba sombrero: lo suyo era la gorra y la boina, que todavía se
usan, aunque más bien por parte de gente rural.
En
los interiores los hombres se quitaban el sombrero, se “descubrían” era la
palabra. Alzando el sombrero se emitía un saludo muy cortés, y ha perdurado el
gesto de pinzar con el pulgar y el índice una supuesta ala de sombrero, para expresar
respeto o admiración, que algunos acompañan con la expresión: chapeau!
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