Si lo he entendido bien, un escritor al que el otro día entrevistaban por
la radio, decía que publicaba libros para niños, libros en los que se aplicaba
en cautivar la fantasía infantil. Y por lo visto es un escritor de éxito
últimamente.
Para
colocarse en el plano de la imaginación infantil, la verdad, se necesitan unas
dotes sobresalientes, por lo que desde aquí felicito calurosamente a este
narrador y, la verdad, lamento no haberme quedado con su nombre y apellidos.
Últimamente
este escritor, nos dijo, ha dado un paso más en sus producciones de fantasía,
de manera que ahora están pobladas, no sólo por criaturas de su creatividad
literaria, sino además por criaturas que son niños reales, niños lectores apasionados
de sus historias.
Tal
convivencia me parece extraordinaria, rompedora y apasionante, pero me pregunto,
no puedo dejar de preguntarme, cómo la terminará a la larga digeriendo,
asimilando, la condición infantil.
Ya
sé que no es comparable, que son dos mundos bien dispares, pero hubo cierta vez
en la Mancha un hidalgo, que de tanto leer novelas de caballerías, llegó a
creerse y actuar como un caballero andante: la realidad y la fantasía eran para
él el mismo territorio.
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