Nadal ganó ayer el torneo de tenis de Melbourne. En cinco sets. Partido épico. Oí por la radio cortos ratos, Luego vi las noticias del telediario a las 9 de la noche. El semblante de Nadal se veía iluminado por la felicidad y, en un primer momento, de asombro por la hazaña de llevarse el trofeo ante un rival 10 años más joven. No sé si cuando ganó su `primer galardón fue más feliz que en esta ocasión. En la madera del campeón, del campeón nato, está el no perder el afán ganador con los años. Pero tan notable como eso es que en su discurso de celebración, Nadal se despidiera hasta el año que viene. Es decir, retirarse en plena gloria no entra en sus cálculos; se dejará la piel hasta llegar a la derrota final inevitable, una derrota de altura épica.
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