domingo, 11 de diciembre de 2022

NO SE ACUERDA

     En el noticiario televisivo he ido siguiendo el ascenso político de Pedro Castillo hasta la presidencia del Gobierno del Perú. Guiándome por las imágenes, lo recuerdo en sucesivos actos políticos, y muy a menudo tocado de algún sombrero de sello más o menos populista. Sombreros de variada hechura, con exagerado volumen de copa. Sombreros que debían tener un gran valor simbólico, en los que el personaje parecía sentirse muy feliz. Cada uno tiene sus tics, sus manías, su talismán, y éste era sin duda el de Castillo, que ya de presidente de su país, aparecía calado con él en ocasiones de diferente orden, tanto en el interior como en el exterior. Muy seguro debía sentirse bajo estas alas, pero se ve que su amparo no le bastó para preservarle de las asechanzas de la política, sobre todo porque el puesto de presidente del gobierno de una nación no hay más que uno, y son muchos los aspirantes a ocuparlo: algunos, la mayoría, callados, escondidos, camuflados. Total, que la colección de sombreros no ha bastado para  ser respaldado debidamente y ha terminado por disolver el Congreso y la intención de gobernar por decreto, en una maniobra claramente encuadrable en el capítulo de "autogolpe de Estado". Pero lejos de controlar la situación, de seguir ocupando el despacho presidencial, ha sido arrestado, y en ese confinamiento lo muestra una foto difundida por la prensa. Ahí se la ve sentado en un sofá y rodeado de otras personas. Lo han interrogado y ahora alega que del decreto disolvente no se acuerda. Tampoco lleva ahora sombrero.

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