Es un placer contemplar las pilas de frutas que exponen fruterías y supermercados. Frutas limpias, brillantes y todas iguales de tamaño dentro de su especie. Bolsas de naranjas y mandarinas perfectas e impolutas, cajitas de manzanas iguales, exactas, y lo mismo los kiwits y otras frutas como las peras, las manzanas, las ciruelas
Más: se acabó aquello de que las naranjas, por ejemplo, sólo las había en invierno, o las fresas en primavera, o las ciruelas en verano, etc. La temporalidad se ha roto, ha saltado por los aires, la han dinamitado, lo que en sí no es nocivo, si bien es lamentable la pérdida de sabor y aroma de la fruta madurada en su estación. Pero a las grandes cadenas de la alimentación parece no importarles el empeoramiento, sino más bien al contrario.
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