martes, 11 de febrero de 2014

ÁNGEL GONZÁLEZ (1925-2008)


Sí, fue un malentendido.
Gritaron: ¡A las urnas!
y él entendió: ¡A las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.

COMENTARIO
Un poema denuncia, un poema protesta. Nada se trata aquí de los
sentimientos, del yo del poeta. Los quince versos componen una
sarcástica invectiva del cínico personaje que “con pistolas, con rifles,
con decretos”, se incautó del poder. Tal ignominia histórica podría
haberse contado en un artículo o, debidamente desarrollado y
documentado, en un libro. Angel González, sin embargo, ha querido y
sabido exponerlo en clave poética y con incisiva ironía, concluyendo
con dos sobrecogedores versos.



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