GEOFFREY CHAUCER: La Comadre de Bath

Una buena Comadre de junto a Bath
venía, algo sorda, hay que lamentar.
Era una tejedora tan consumada
que a las de Ypres y Gante superaba.
Cuando la ofrenda hacían en su parroquia,
en cabeza de  las otras dueñas marchaba;
y si alguna delante de ella se metía,
cercana a perder la razón se ponía.
Sus tocas eran de tejido precioso;
yo juraría que diez libras de peso
 las que llevaba los domingos tendrían.
Y unas medias de color rojo vivo lucía,
bien prietas, los zapatos nuevos y blandos,
atrevido el rostro, el cutis rosado.
Toda su vida fue mujer estimada
y cinco veces por la iglesia casada,
con devaneos de juventud además,
lo que no es menester ahora tratar.
Jerusalén tres veces la visitó,
y muchos ríos extranjeros cruzó.
Había visto Roma y también Bolonia,
y Santiago de Galicia, y Colonia.
De andar de viaje sabía cantidad.
Mellada estaba, para decir verdad.
En caballo amblón con soltura montaba,
una buena toca y sombrero llevaba,
que era tan ancho como escudo o rodela;
un refajo sobre las amplias caderas
y en los pies un par de afiladas espuelas.
Mucho charlaba y se reía en compañía;
de remedios de amor sin duda entendía,
la vieja danza de ese arte conocía.

(Pasaje del libro, El Prólogo de los Cuentos de Canterbury (1983), en traducción de José Siles Artés)
 

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