El domingo pasado, vi en el teatro La Zarzuela, Madrid, Curro Vargas de Ruperto
Chapí. Una escenografía moderna y una versión desenfadada, surrealista, de
españoladas tan respetables como las procesiones. Una buena parte del público
no debió quedar muy contento, porque el aplauso final fue más bien frío y
tirando a corto. A mí me gustó. . Fue magistral la escenificación
de las fiestas, el manejo dinámico del gentío, con derroche de color, de vida,
de alegría. ¿Irreverente? Con las costumbres, creencias y rutinas rancias,
seguro que sí. Con el arte, todo lo contrario, respetuoso a ultranza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario