Su
nombre suena a “trampa”, y en su ideario me parece que hay por lo menos una
trampa.
Trump
“vende” medidas muy concretas más que ideas.
Durante
muchos días las fue soltando, dando
alimento a los medios de comunicación internacionales. Casi todas han sido
chocantes, impactantes, con infalible efecto publicitario. Y logró así motivar,
ya en pro, ya en contra, tanto a gente sencilla como a personas de sólida
cultura y, por supuesto, a los profesionales de los medios de comunicación.
Personalmente,
yo he escuchado más bien poco a Trump, y siempre con desapego. Tampoco mucho a
Hillary Clinton. Confundiendo la realidad con los deseos, siempre creí que ésta
ganaría y que Trump terminaría desinflado y vencido.
Pero
no he podido permanecer del todo ajeno a la enconada competición, de modo que
uno de estos días pasados frente a un informativo de la televisión, oí, creí
oír a Trump encomiar y prometer el American
dream.
¿Quién
no sabe lo que es el American dream, el “sueño americano”, o
la plena igualdad de oportunidades, la posibilidad de que todo hombre o mujer
pueda llevar a cabo la empresa que le ilusiona? El “sueño americano”, o la
igualdad de oportunidades, una sociedad sin privilegios ni taras para la
iniciativa individual.
Oyendo
a Trump, sin embargo, me pareció que daba su vuelta de tuerca particular a
aquel ideal. No subrayaba tanto la sociedad en su conjunto, como el que usted,
cualquiera, todo el que se ha quedado en la cuneta, que ha perdido el tren, que
ha fracasado, va a poder rehacerse ahora y alcanzar el sueño frustrado. Qué
prodigiosos regalos de un Papá Noel anticipado.
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