¿Qué
busco yo en la hondura
de
esta tarde de otoño?
¿Qué
palpita, qué murmura
en
este aire tibio y calmo?
¿Qué
me dicen los gritos
de
los niños jugando
en
la plaza del barrio?
¿Y
qué fue de los dos hermanos,
el
tonto y el listo que vendían
lápices
y cuadernos. Su tienda
es
hoy una frutería.
No
eran eternos. Eternos son
los
gritos de los niños
en
la plaza del barrio.
José Siles Artés
12-1-2018
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