Se acerca el día a su
mitad y ya aparece a la puerta de los restaurantes el menú del día. Tiene éxito
esta oferta de los restaurantes económicos. Se ve que hay una gran demanda,
para aprovechar el intervalo de descanso entre la mañana y la tarde. Incluso
por motivos de comodidad nos viene bien el menú económico a los que estamos
jubilados, a los turistas y a los visitantes del extrarradio. No me considero
un gastrónomo ni nada parecido, pero tengo una querencia a fijarme en los menús
anunciados que encuentro a mi paso. De
esta observación, y de mi propia experiencia de vez en cuando, esto llegando a la conclusión de que la calidad de
la comida ha dado un gran bajón. Es raro encontrar un plato propiamente
cocinado. Se nota que ni siquiera proceden de una cocina propiamente dicha. El
microondas se ha convertido en el instrumento predominante para preparar los
platos. Las legumbres brillan descaradamente por su ausencia. Las salsas de
bote y la nata dan gusto a alimentos descongelados o “desfrascados”. La fruta
como postre desaparece a marchas forzadas para ser sustituida por helados,
sorbetes y cremas. Yo no digo que la “cocina casera” sea perfecta, seguramente
podría admitir puntuales mejoras, pero lo que me encrespa es que ese nombre, o
el de “cocina mediterránea”, sea usurpado por platos de comida rápida y de
engañifla.
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