Me pesan, me agobian, los
folletos, facturas, resguardos, cartas, diplomas y apuntes que, cada vez más
secos, se perpetúan en mi archivo. Me agobian porque cada vez siento mayor la urgencia de prescindir, de
destruir, la mayor parte.
Pero cuesta, a mí me está
costando romper documentos que certifican actividades, ambiciones, logros y
esparcimientos a lo largo de toda mi vida. Vivencias que a mí me emociona ver
registradas, aunque sean de poca monta la mayoría.
Son papeles tan
personales que su destino natural es el ser destruidos más o menos indiscriminadamente.
Difícilmente tendrán interés para los demás. Su destino irremediable –y comprensible-
es la boca de un contenedor.
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