jueves, 13 de febrero de 2020

EN LA CONSULTA

En la sala de espera de la dermatóloga me entretengo haciendo caricaturas mentales de otros pacientes al alcance de mi vista. Veo varias caricaturas posibles, pero ya sé que en el momento de plasmar la visión, el resultado no es siempre satisfactorio: falta de práctica, supongo, afición tardía. Y cuántos rostros de esta sala que traslucen tristeza, desgana, ensimismamiento. La dermatóloga me recibe con exclamaciones jocosas por el pegote verrugón que me ve en el cráneo. “¡El cuero cabelludo, el cuero cabelludo”, ha repetido varias veces. Es premaligno, no así las verrugas del tórax. Me ha aplicado un “spray” que escocía -quemaba casi-, me ha recetado unas aplicaciones Me ha subrayado la seriedad con que hay que atacar las verrugas del cráneo. y me ha citado para finales de marzo. Es una médica que no para de hablar, festivamente: al aspersor le llama la “ametralladora”. No es corriente encontrar galenos tan locuaces. 

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