Paseo matutino. Estoy
cruzando la plaza del Sagrado Corazón, barrio de La Prosperidad, y paso junto a
tres chicas, las tres sentadas en un banco, en ociosa conversación. No conozco
bien este barrio, que últimamente pateo, quizá por eso, porque me ofrece vistas
nuevas. Plaza del Sagrado Corazón, cómo la Iglesia supo y pudo colocar su dogmática
terminología en los lugares más transitados, más aparentes. Voy caminando en
dirección Este, y luego giro para salir a la vía principal del barrio, López de
Hoyos. Esta era la carretera que comunicaba con Hortaleza, me dijo no hace
mucho un amigo, quien me habló de una gran patio de vecindad, todavía existente, que fue paradero de caballerías y carruajes. Ya López de Hoyos
abajo, y en la esquina con Suero de Quiñones, veo delante de mí a las tres
chicas del banco, con sus pañuelos, vestidas con modestísimo atuendo,
escuchimizadas, como mal nutridas. Van hablando no sé qué idioma. ¿Adónde irán?
¿Dónde paran? ¿Qué les espera hoy? ¿Qué les espera mañana?
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