En mi paseo diario por la mañana para comprar el periódico, con un sol a
toda luz, he percibido una ciudad casi normal, en realidad más placentera que antes del Estado de Alarma. Era la ciudad del trabajo, de
la faena matutina, de personas que caminaban con un propósito, con el acicate
de hacer alguna gestión. Otras, es verdad, como yo, íbamos desganados, sin
objetivo, paseantes de turno, porque era la hora de salir para los mayores, los
que ayer domingo a la misma hora éramos gran mayoría, dando a la calle la
imagen de un perezoso río de fantasmas sueltos, mudos y sin meta. Hoy la calle
estaba queriendo volver a su ser, a su viva ocupación y, afortunadamente, en el
informe sanitario de esta tarde, las descendentes cifras,van en paralelo.
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