El periódico lo compro ahora todas
las mañanas en antiguo quiosco. El quiosquero, Jose, no necesita tocar
mi tarjeta de El País, ya que tiene el número metido en su maquinita.
Tampoco me sirve el periódico, lo recojo yo; todo muy aséptico en estos tiempos
de galopante virus. Esta mañana Jose hablaba con una señora, enmascarada como
él y yo, a la que al momento preguntó:
-Mira, mamá, ¿a ti te suena Virilo?
-¿Sabino?
-No, Virilo, Virilo. Era amigo de
este señor, vivía ahí enfrente, y era amigo de papá.
-Virilo, Virilo… hace muchos años…
-No tantos -intervengo-. Era
profesor, compraba aquí la prensa, me hablaba de este quiosco…
-Sí, sí, Virilo, ya lo creo … Mi
marido tendría ahora 85 años …
-Virilo sería algo más joven, creo
…
Al otro lado de la
calle, preguntando a varios porteros, sería más fácil encontrar alguno que
recuerde a mi buen amigo Virilo, aquí, a menos de cien metros, su memoria es sólo
un vago eco.
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