Un cuadro es un libro abierto. Todo lo que dice está a la vista, y cualquiera puede leerlo directamente y juzgarlo según su propio saber y entender.
Un
libro es un cuadro cerrado. Hay que abrirlo y recorrerlo página a página para
saber qué dice y cómo lo dice.
Tablillas,
pergaminos, etc. Cada uno significó un grado más de conservación y difusión de
la escritura. Hasta llegar al libro, tan sólido, tan manejable, tan espacioso,
que arrasó y se impuso como instrumento ideal de escritura y lectura.
El
papel, claro, es el componente fundamental del libro, que materialmente
consiste en un manojo de hojas escritas por las dos caras y atadas. Para
conocer su contenido hay que pasarlas una a una.
Pero
ahora los libros pueden leerse también en pantalla, almacenados en memorias
electrónicas que pueden albergar gigantescas bibliotecas.
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