La estoy viendo marcharse, renqueando sobre su muleta, su dignidad herida, mascullando su indignación.
Estaba sentada sola a una mesa tomando un café. Todas las otras mesas estaban ocupadas con gente comiendo a aquella hora., por lo que nosotros dimos media vuelta hacia la salida para probar suerte en otro restaurante. Pero entonces el camarero nos abordó.
Se acercó a la señora sola y, con amables palabras, le pidió que dejara libre su mesa. Trabajosamente, la mujer obedeció, pagó en la barra, se le cayó la muleta, y en su rostro había dolor y desolación.
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