Qué bien se ha explicado
ante las cámaras la ex ministra de Sanidad, Carmen Montón. Primero, sosteniendo
la absoluta legitimidad de su máster por la Universidad Rey Juan Carlos.
Después, anunciando su dimisión.
Con qué serenidad miraba a las cámaras, con qué propiedad
argumentaba, intercalando significativas pausas y desgranando precisas
palabras. Ella era inocente, no había cometido ninguna irregularidad, su máster
era absolutamente fiable, y a los periodistas dejaba ver su trabajo de fin de
curso. En ningún momento perdió la compostura, siempre usó la palabra justa,
con el gesto comedido, la pausa oportuna, la mirada sufrida, cuando ya era
sabido que su trabajo de fin de curso estaba en parte fusilado. Qué gran actriz
se ha perdido la escena española. En ella puede que fuera apoteósico su triunfo
y, lástima quizá, que se volcara a la política, aunque sería injusto no
reconocerle señalados méritos, como la recuperación de la sanidad universal.
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