miércoles, 2 de enero de 2019

PRENDAS

       En mi barrio hay una tienda ante cuyos escaparates me paro con frecuencia, movido por no sé qué interés. Allí se exhiben prendas de trabajo, como monos, guardapolvos, delantales, cofias, batas, chalecos y otros. Hasta un pantalón a rayas de mayordomo. 
        Contemplando estas prendas, sobre todo la última, las asocio con personajes propios de películas cinematográficas, “películas de época”, pertenecientes a la escala doméstica mayormente, Pero se ve que no es del todo así, que el pasado perdura en el presente bastante más de lo que parece y de lo que queremos creer.
       Por otro lado, no todo atuendo gremial es de orden servicial. Piénsese por ejemplo en las batas médicas, en el atuendo de los cirujanos y en el vestido de las enfermeras. Qué duda cabe que el uniforme en estos casos es una necesaria protección de orden sanitario.
        Vestir prenda distintiva puede, por otra parte, inspirar tanto orgullo como vanidad profesional.  Y puede detectarse a veces un innato amor por lucir uniforme, aunque su necesidad quede muy rebuscada. Antaño pasaba a veces con el “mono”, y también con el guardapolvos, que se calaban desde dependientes de tejidos, funcionarios de Correos y maestros de escuela –aunque en estos más justificadamente por el polvo de la tiza. Los trajes había que cuidarlos con mucho mimo. Como los zapatos, pero estos merecen capítulo aparte.

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