jueves, 17 de enero de 2019

MATATIEMPOS

Comprar el periódico en un kiosco ha sido un hábito generalizado durante bastantes generaciones, pero desde hace algún tiempo va declinando. Muchos ciudadanos se nutren de las noticias en los instrumentos telemáticos y, los adictos al papel, somos cada vez menos. De ahí que los montones de prensa en los kioscos vayan siendo penosamente más delgados. Los diarios y los semanarios debieron significar una parte sustancial de las ventas de los kiosqueros. Llego a esta conclusión por el elocuente cierre de tantos kioscos por todos los puntos de la ciudad. Sobreviven todavía bastantes, en los sitios más concurridos, y casi todos más o menos reconvertidos. En los kioscos se pueden adquirir hoy día juguetes, bebidas frías, caramelos, frutos secos, chocolatinas, mecheros, bolígrafos. Llaveros y pilas. También pasatiempos, que siempre los vendieron, pero que ahora tienen una aceptación arrolladora. Ocupan una considerable parte de la exposición del kiosco, y se ofrecen en una variedad de tipos: crucigramas, sopas de letras, autodefinidos, y hasta ideados por nivel de dificultad.  Son, a todas luces, un negocio boyante. ¿Lamentable que mientras la venta de periódicos disminuye, la de pasatiempos crece? Sí, una pena. Pero yo no minusvaloraría los pasatiempos; tengo en gran estima el jugar con las palabras, en deslindar el sentido de las mismas, lo que considero una gimnasia mental y una terapia contra el peso del tiempo vacío, el que más pesa.

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