miércoles, 24 de julio de 2019

LA FOTO

Es una escena turística preponderante: turistas más o menos jóvenes haciéndose fotos con alguna referencia local al fondo, referencia que puede ser emblemática. O no tanto. El placer, el gozo con el que se recibe el disparo hace pensar que lo que  más importa es uno, esa imagen de ese momento al que se podrá retornar ya para siempre. En cierta manera se trata de una victoria contra el deterioro implacable que acarrea el paso del tiempo.
            La foto siempre ha sido una pasión del turista, Su imagen ha incluido durante bastantes décadas una cámara fotográfica colgada al hombro. En un principio fue un artículo caro, luego se hizo cada vez más accesible, y siempre había que llevar a revelar la película. Y llegó el móvil y este paso dejó de ser imprescindible. El dispositivo capta la imagen, la guarda y hasta la archiva ordenadamente.
            En el móvil llevamos la pervivencia del presente, del instante, la derrota del olvido, por decirlo de alguna manera. Es llamativa la euforia con que los turistas registran sus visitas, siempre incluyéndose ellos mismos en la imagen. Uno se hace creador y protagonista.
            En la prehistoria de la fotografía, había profesionales que hacían fotos en momentos significativos  De infante, con sus padres. De adolescente. Enfundado en algún uniforme militar o civil. De moza o mozo casaderos. En pareja el día de la boda … Las fotos iban perpetuando así las sucesivas etapas de la vida del ciudadano.
            Había quien llevaba en su cartera una foto suya que mostraba con orgullo. También quien regalaba su retrato a algún ser querido.
            Y muy divertidas, por cierto, eran las “fotos al minuto”, que hacía un señor que metía la cabeza en una especie de bolsa antes de disparar, y luego las fotos las remojaba en un cubo con agua. Nada de esta gracia tenían las cabinas que vinieron después, donde uno se metía y echaba unas monedas y todo el proceso se realizaba misteriosa y mecánicamente.

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