domingo, 8 de diciembre de 2019

EL CASTIGO SIN VENGANZA

de Lope de Vega, tal y como está montado en el teatro La Comedia, de Madrid, fue para mí el otro día un castigo. Lo digo por la sobreactuación de los actores. Abusaron del énfasis, de los gritos de las carreras  y de los gestos desaforados para decir las cosas más simples, aunque lo peor fue cuando expresaban pensamientos o sentimientos tan atropelladamente que el cerebro del espectador no tenía capacidad para registrar y procesar. Por lo visto la consigna de la dirección era que había que mantener una constante de ruido, tensión y pasmo. Afortunadamente hubo unas escenas principales, que aunque no totalmente siempre, se interpretaron con relativo mesura expresiva, salvándose así el meollo argumental de la obra. Pero la verdad, yo particularmente, salí como vareado, y al mismo tiempo perplejo y contrariado. A mí me habría gustado ver una obra de Lope de Vega de la manera más ajustada posible al tempo y manera en que la concibió él. Y algo más, me pareció que los actores pocas veces eran conscientes de que estaban hablando en verso, y que en él las palabras figuran en una simbiosis de musicalidad y significado. Otra cosa es maltratar la creación artística del autor.

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