viernes, 24 de noviembre de 2023

DIARIO DE UN ATENEÍSTA (3)

 

Viernes, 21-01-2000

Lo pasamos muy bien ayer con la presentación del libro de KaliKatres, Diccionario Personal. Yo hablé primero de las viñetas de KaliKatres de La Codorniz, y de este librito de ahora, con una intención claramente risueña. El KaliKatres de antaño era demasiado severo. P. García nos divirtió con su consumado estilo desenfadado y Ana Mª Vigara, profesora, leyó algunas de las citas reunidas en el libro. Amadeo estuvo, como siempre, sabio, aclarándonos de donde viene el nombre de KaliKatres. Yo quizá vine a decir que dudaba de la autenticidad de las citas, pero esta mañana Daniel Naranjo me ha dicho que no sonó a nada decisivo y que me felicitaba porque daba la impresión de ser el único que había preparado la charla.

Encuentro, antes, en la cafetería, con Aureliano Cañadas, que quería quedar de rositas con su incumplimiento de criticarme Paseo del Príncipe (entonces Avenida del Generalísimo). Me salió toda la rabia que me había producido en su momento el toreo.

-Mira, yo te critiqué más de un libro tuyo, poema por poema. ¿Tú has hecho algo de esto con mi novela?

-No.

-Pues entonces…

Acudí a él por almeriense, porque necesitaba que un almeriense me dijera como veía el libro. . Fue un día de prisas; la tarde especialmente, pues quería quitarme de en medio la compra del supermercado. Son prisas ya raras en esta situación de jubilado. Hoy hemos tenido la tertulia habitual. Eduardo, escuchando a través de su sordera, Antonio Rizo contando gestos y comportamientos de su padre en el exilio -se fugó de un campo de concentración francés-, y Paco Morón señalando a Luis Pulido y su señora las maravillas de Madrid. Morón me pide que intervenga ante los intervinientes del acto del lunes para que no lo hagan demasiado comercial. Le digo sin ambages que él es el organizador y que le corresponde entenderse con esas personas que ha apalabrado. Lleva tiempo tratando de implicarme. No es la primera vez que con él me siento empujado a hacer algo que no he iniciado.

Encuentro en el Salón del Prado con miembros de la antigua tertulia de Rafael Hernández: éste, José Mª Franco y Fernando el pintor, se los ha presentado a Pulido, que es poeta como los dos primeros. Se me olvidaba consignar que Pepe de la Madrid me ha hecho grandes elogios de Paseo del Príncipe. De algunos capítulos me ha dicho lo que yo esperaba inspirar en el lector. Confirma la lectura y comentario -hasta ahora el más profesional y avanzado- de Rodríguez Oquendo. Me ha dado mucha moral la respuesta de Pepe. Me ha leído con detenimiento y con fruición. ¿Qué más puede desear un autor? Y me ha dado la idea de que se lo haga llegar al director de cine Azcona. ¿Cómo se podría conseguir? Porque parece ser que este hombre está fortificado contra los moscones .

Sábado, 22-01-2000   

       Día de luto en Madrid; funeral por el teniente coronel asesinado por ETA,  que ha vuelto a las andadas. Para mañana se anuncia una gran manifestación de repulsa.

Domingo, 23-01-2000

El 21 fue el cumpleaños de Luis, que se nos había olvidado. ¡Menos mal que él nos llamó y nos lo recordó! Así que el domingo estuvimos en su casa a comer y les llevamos un regalito, un “zarzo” de barro hecho por el ex concejal artista. Un “zarzo” es en esta sierra una media puerta sobrepuesta a la principal para impedir la entrada de animales en las casas. También se llama así a la puerta que da entrada a un prado. Por la noche hablamos con Daniel, que viene muy bien impresionado de Río de Janeiro. Me habló de las “favelas” o poblados suburbiales, a las que no se podía calificar verdaderamente de miserables; más bien de modestas. La gente, hospitalaria, y algunos le hablan en español.

 

Lunes, 24-01-2000

Le tenía prevención al acto sobre “la pequeña edición” organizado por Francisco Morón, que me había incluido como segundo presentador en las tarjetas de invitación. Por eso prefería ocupar mi asiento entre el público. Me recelaba que podía convertirse en algo descaradamente comercial, pero estuvieron discretos. Morón volvió a preguntar cómo se puede sortear la distribución, el distribuidor, y le respondieron que por medio de Internet. La verdad es que metiéndose en la “tirada corta” -subtítulo de la mesa redonda- el papel del distribuidor no tiene sentido. J.L. Suárez debió emocionarse con la perspectiva de “hacer libros desde la casa de uno” y de poder encargar “libros personalizados”. Su fantasía de hombre optimista  alcanza en estas ocasiones sus más altos vuelos. A la salida, ya en el tradicional “asturiano”, callejón del Gato, Eduardo Valenzuela me invitaba a que le diera mi opinión sobre su última novela, “José Hilario en Madrid”. Terminé por hacerlo, aunque hubiera preferido tener el original delante. Con toda franqueza le dije que veo el procedimiento equivocado. Ese desdoblamiento del autor narrador, ese otro yo, ingenioso sin duda, malabarista, es un enemigo del interés de la historia. La novela la veo sustancialmente como unas memorias del propio Eduardo, ¿y por qué no plantearlas así? El género memorias tiene más que acreditada su solidez y su eficacia como relato autobiográfico lineal. Luego me dijo por teléfono que su historia personal no es relevante en sí. Yo en eso disiento, toda vida de un hombre o mujer, bien escrita -y él lo hace muy bien- con unos granitos de sal y pimienta por aquí y por allí, resulta interesante. 

Martes, 25-01-2000


Hoy un chico joven estudiaba sus apuntes -es época de exámenes- en la sala de espera del urólogo. Estaba delante de mí. Entró a la consulta; tardaba -yo había visto que llevaba sobres de radiografías. ¿Tendría algo severo? Estuve preocupado todo el rato. Sin duda los estragos que ha causado en mi familia la cuestión del riñón me hace particularmente sensible en estas cuestiones. En la Biblioteca Nacional me ha saludado amistosamente una joven. Es una cara conocida, pero no he tenido el valor de decirle que no recordaba su nombre -ni en verdad la reconozco. Un fallo así es desmoralizador. Bien, he estado reuniendo bibliografía sobre memorias; es un campo que me resulta cada vez más sugerente. 

Miércoles, 26-01-2000

Me he despertado a las seis y he empezado a darle vueltas a la cabeza. He recordado que el médico me dijo el otro día: “Tiene algo de infección en la orina” -para lo que me recetó unos comprimidos.

Con mucha resolución voy lo primero a la Caja de Ahorros; quiero saber qué me puede producir el dinero que me han ingresado procedente de mi fondo de pensiones.

El librero Manzano no se hace a la idea de que se tiene que jubilar un día, y que no tiene continuador.

-Llevo sesenta y un años con los libros. Esta es mi obra, mi vida. Soy el decano de los libreros de Madrid.

El librero Manzano vive con fruición su negocio.

En el Ateneo J.L. Suárez me confiesa que de cuando en cuando le entran arrebatos de comprar tal o cual libro. El último se titulaba Cómo editarse su libro y venderlo. Hizo el listado de capítulos, localizó biografía y tomó notas, pero a los tres días aparcó el proyecto; ya no lo veía tan prometedor.

Peinado se niega a manejar el ordenador. ¿Por qué se le ha de suponer esa habilidad? Que la empresa le dé un curso y que ese aprendizaje conste como un mérito en su hoja de aptitudes.

Por la tarde felicito a Ramiro por la boinilla que luce.

-Es muy chula -le digo.

- Es que nunca paso desapercibido; soy de los que llaman la atención dondequiera que esté.

Yo miento Pepe Boñar  a Jesús Sánchez Maza y este tuerce el gesto. Están disgustados, y lo explica: Jesús le trajo a Pepe unas balas de fogueo de Alemania y Pepe se insolentó porque no eran las que necesitaba, y además se negó a abonarlas. Desde entonces no se hablan.

Ya está concertado el 29 para la presentación de mi libro en la Facultad de Educación.

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