lunes, 28 de enero de 2019

DE LIBROS

             A lo largo de los años me ha ocurrido, raramente la verdad, cruzarme con alguien con un libro abierto y leyendo mientras caminaba -y siempre se trataba de una chica. Como chicas, y mujeres maduras, suelen ser las que vemos enfrascadas en un libro en travesías más o menos largas del metro. El varón no parece aficionado a este entretenimiento.
            Siempre he sentido envidia por esos escritores a los que se lee por la calle. A su don narrativo he tributado en cada caso un mudo sentimiento de admiración. Debo haberlo interpretado como la marca suprema de la maestría literaria.
            Estoy haciendo este comentario, de resultas de dos de tales encuentros, en un intervalo de dos semanas, el más reciente destacado por la sonrisa que la lectura provocaba en la lectora.
            Se oye lamentar la decadencia del libro, del libro de papel, desplazado por la letra electrónica, pero el libro resiste. Se lo lee en los móviles, en los ordenadores y en las tabletas, pero el libro físico continúa surtiendo los anaqueles y las mesas expositoras de las librerías, aunque éstas es verdad que están en decadencia.
            El avión y el automóvil iban a aniquilar al tren, y la televisión a la radio, y ninguno de estos desastres ha sucedido. ¿Hay avances tan insustituibles que se hacen imperecederos?

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