7. El bullicio estudiantil
En
aquella Granada era muy visible y notable la población universitaria. No
conozco las cifras pertinentes, pero en mi recuerdo debían ser altas, lo que se
corresponde con el hecho de que en toda Andalucía sólo existían dos
universidades: Granada y Sevilla, más una facultad de medicina en Cádiz
Los estudiantes, alojados en pensiones,
residencias y casas particulares, contribuían visiblemente a la economía de la
ciudad. Llamaba la atención la gran cantidad de anuncios de hospedaje que
colgaban de fachadas y balcones, y así mismo la abundancia de casas de comidas,
tanto en la calle San Juan de Dios, como en San Antón, Mesones y el núcleo
circundante a Bib Rambla.
En el
clásico paseo vespertino de los domingos, entonces mayormente en la calle Reyes
Católicos, los estudiantes participaban en buen número, aportando vitalidad y
algazara.
Otro trabajillo que tuve, ya en el
último trimestre del curso, y éste sí que lo atendí puntualmente por ser por
las tardes, fue una clase particular de bachillerato en el barrio del Albaicín
a una chica, hija de un suboficial del ejército. La clase me la proporcionó
Paco Beltrán.
Paco Beltrán, paisano, vecino,
condiscípulo y gran amigo, se hallaba en Granada, luchando heroicamente contra
su carencia de medios para cursar la carrera de medicina. Pero él se había
instalado bastante mejor que yo. Alistado como voluntario al Ejército, había
logrado destino en unas dependencias militares ubicadas en la ciudad, donde
disfrutaba de albergue y manutención, y
horas libres para asistir a sus clases.
A Paco
Beltrán, plenamente consciente de mis carencias, le debo la cena de algunas
noches. Recuerdo que yo silbaba bajo la ventana de su cuartel, y al poco él
bajaba con una ración del rancho consumido allí aquella tarde.
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