En
la ciudad, sobre todo por las tardes, las terrazas se llenan de gente. Allí se
habla, se come, se bebe y se ve pasar gente por la acera y coches por la
calzada. Por detrás, discurre el tiempo, que se siente más o menos claramente. Sentir
el tiempo es sentirse vivo.
No
es lo mismo escuchar la radio o ver la televisión. Aquí uno entretiene el
tiempo, pasa el tiempo. En las terrazas uno es también partícipe, partícipe del
vivo espectáculo de la calle. Es, según un dicho, "estar en la pomada".
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